Redacción / A 500 años de la Conquista de México, le llega al Conjunto Conventual Franciscano y Catedralicio de Nuestra Señora de la Asunción, de Tlaxcala, el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.Inexplicablemente, el excepcional Conjunto Franciscano de Tlaxcala no fue incluido en 1994 en el grupo de 14 monasterios construidos al pie del Popocatépetl para ser Patrimonio de la Humanidad. Con el reconocimiento a este que fue “el ensayo general de la gran empresa evangelizadora de los franciscanos”, se da una vuelta de tuerca a la historia mexicana, según lo apuntan aquí los promotores Luz de Lourdes Herbert y Francisco Vidargas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y la historiadora Carolina Figueroa, para quien estigmatizar a los tlaxcaltecas de pelear “con sus hermanos de sangre” causó mucho daño.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– A 500 años de la Conquista de México y en un contexto en el cual el papel de los tlaxcaltecas comienza a ser reinterpretado y hasta revalorado en la historiografía, le llega al Conjunto Conventual Franciscano y Catedralicio de Nuestra Señora de la Asunción, de Tlaxcala, el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).Es “realmente un acto de justicia” luego de que por razones desconocidas este monumento quedó fuera de la inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial (LPM) hecha en 1994 con los 14 monasterios del siglo XVI asentados en las laderas del volcán Popocatépetl, en los estados de Puebla y Morelos.Así lo consideran Luz de Lourdes Herbert y Francisco Vidargas, directora y subdirector de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), respectivamente, quienes junto con la historiadora Carolina Figueroa, elaboraron el expediente técnico presentado ante el organismo internacional con sede en París, Francia.De hecho no es la inscripción de un nuevo sitio; México no pasa de 35 lugares, se trata de una extensión al grupo de bienes ya inscritos en aquella ocasión, aclara Vidargas al considerar que debió ser incluido desde el inicio en la propuesta elaborada por el fallecido arquitecto Salvador Díaz-Berrio, que abarcó únicamente los más cercanos al volcán.
Sin embargo, este de Tlaxcala, construido a partir de 1527, fue uno de los primeros grandes conventos mexicanos, el primero de lo que ahora se conoce como el Valle de Puebla-Tlaxcala y de la orden franciscana en la región. Podemos decir “que fue el ensayo general de la gran empresa evangelizadora de los franciscanos y también en el ámbito de fábrica constructiva de los monasterios”.
En este sentido, destaca con Herbert que fue un convento escuela. Ahí los frailes formaron a los pobladores originarios en oficios como la carpintería, orfebrería, dorado, herrería, bordado y el trabajo de la piedra, que se fue transformando para un fin distinto al que se aplicaba en la época prehispánica. Los elementos estéticos resultado de este trabajo se pueden ver en los otros conventos de la región.
Y cita Vidargas al historiador francés Serge Gruzinski, quien trabajó temas sobre el arte mexicano del siglo XVI, para adaptar su frase a la amalgama que representa el monumento tlaxcalteca:
“No se trata de un arte conquistado por el estilo europeo, sino de innumerables modulaciones de la respuesta indígena a nuevas formas.”
En el documento preparado por el gobierno de Tlaxcala, la Secretaría de Cultura Federal y el INAH, se lee que “sirvió de ensayo espiritual, político, arquitectónico y estético, para comenzar la expansión evangelizadora y constructiva (…) hacia el centro y sureste de México, y posteriormente hacia los territorios del norte (llegando hasta los Estados Unidos), cubriendo también los territorios desde el océano Atlántico hasta el Pacífico”.
Herbert y Vidargas puntualizan que la Comisión del Patrimonio Mundial (MPM) consideró sobre todo criterios monumentalistas y de conservación. En este caso el bien está atendido, se ha intervenido en varias ocasiones, recibe mantenimiento, fue restaurado y está en uso porque la Catedral de la Asunción de Tlaxcala se halla abierta al culto y las ceremonias litúrgicas, y el claustro del convento es el Museo Regional del INAH.
Ello influyó en el criterio de autenticidad, dice el texto arriba citado:
“…conserva un alto grado de autenticidad en diseño y en los materiales constructivos y elementos decorativos, conservados y protegidos por normativos jurídicos nacionales, estatales y municipales, además de que su templo conserva sus funciones originales.”
Reitera Vidargas que los franciscanos formaron una alta cantidad de maestros artistas que después contribuyeron en soluciones estéticas y decorativas en otros edificios:
“Todos los grandes historiadores, desde Manuel Toussaint, George Kubler, John McAndrew o los que quieran, hasta los más recientes, destacaron que este convento no pretendió ser ejemplo de todos los monasterios del país, pero el grupo de monasterios demuestra perfectamente los aportes artísticos y arquitectónicos, más reconocidos en el arte hispanoamericano, todo esto es lo que nosotros presentamos como argumentos.”
Añaden su traza moderada en dimensiones y decorados (austeros a la usanza franciscana), recomendada por el virrey Antonio de Mendoza, que además fue “el espacio creativo para que los frailes cronistas de esta primera etapa de la historiografía novohispana desarrollaran sus obras, entre ellos Toribio de Benavente ‘Motolinia’, Jerónimo de Mendieta, Juan de Torquemada y Agustín de Betancourt”.
Una de las directrices de la Unesco para la inscripción es la elaboración de un plan de administración para su preservación. Y Herbert mencionó en rueda de prensa, como una de las recomendaciones, la ampliación de la zona de amortiguamiento. El programa deberá trabajarse en conjunto con los otros 14 monasterios del Popocatépetl y contar con la participación de instancias de los gobiernos federal, estatales de Puebla, Tlaxcala y Morelos, autoridades eclesiásticas y la comunidad, para conformar una Unidad de Gestión que establezca programas y la administración de los recursos.
Alianza tlaxcaltecaPara situar la historia del conjunto monumental, la historiadora Carolina Figueroa recuerda vía telefónica a Proceso que la expedición de soldados españoles que llegó al México antiguo en 1519 venía no sólo con la pretensión de conquistar tierras para el rey y la corona de Castilla y Aragón, sino también para extender el cristianismo por las nuevas tierras del reino.
En ese contexto, así como los tlaxcaltecas pactaron con los españoles una alianza militar para liberarse del poderío militar y económico de México Tenochtitlán, pactaron también una alianza religiosa:
“Tlaxcala se convierte no sólo en la punta de lanza militar, sino también en la casa del evangelio que empieza a difundirse. Prueba de ello es el bautizo de los cuatro señores principales que dominaban las cuatro cabeceras, ellos reciben el ritual cristiano”. (Maxixcatzin de Ocotelulco, considerado el principal, según la historia oficial del estado; Xicoténcatl, el viejo de Tizatlán; Tlahuexolotzin, de Tepeticpac; y Citlalpopocatzin, de Quiauixtlán”.
Se debe entender, destaca, que aceptaron el bautismo no renunciando a su propia fe, sino como una forma más dentro de su politeísmo, ese hecho convierte a la región en una zona privilegiada para la evangelización. Añade que en 1524 llegan ahí 12 frailes franciscanos que se distribuyen alrededor del Popocatépetl y fuera de la zona para fundar otros sitios: Texcoco, San Francisco de México, Cuernavaca, Huejotzingo y Tlaxcala:
“Al paso del tiempo, Tlaxcala sigue recibiendo la preeminencia por haber pactado la alianza con los españoles, y se convierte en la sede del primer obispado de América continental. Existía el de Darién en Panamá, pero realmente el nombramiento no había aplicado. El primero de facto se crea en la provincia de Tlaxcala, y ahí llega el primer obispo fray Julián de Garcés.”
No duda en afirmar la historiadora que ahí, en ese territorio, se forjó lo que hoy somos, pues hubo una serie de procesos culturales, como armar la gramática entre la lengua náhuatl y la castellana para que los convertidos al catolicismo aprendieran la nueva religión, y cultivaran las artes al estilo occidental, la arquitectura, la música, la pintura:
“Falta mucho por investigar, pero en buena parte representa la semilla de lo que somos como nación multicultural.”
El monasterio, sigue la historiadora, se comenzó a construir cuando los cuatro señores de Tlaxcala decidieron donar un terreno muy grande, que no había sido edificado antes, para la catedral y la casa de los franciscanos. Los primeros indígenas aportaron su creatividad e ingenio para la fabricación arquitectónica y fusionaron sus técnicas constructivas con las europeas; eso forma parte de la riqueza del conjunto: la capilla abierta, el atrio muy grande, cuenta con dos niveles y escalinatas a la manera de las pirámides prehispánicas, lo cual lo hermana con la casa original de los franciscanos en Asís, Italia. Y aunque se le adicionan algunos elementos al paso del tiempo, se mantiene el programa arquitectónico original; todo ello fue importante para su presentación ante el Comité del Patrimonio Mundial.
Quisieron compartir sus atributos, agrega, no sólo con la Unesco, sino con la comunidad global, “porque tenemos la firma creencia de que si hay una moneda de intercambio que vale la pena circular, son precisamente los valores culturales que cada comunidad aporta, y en ese sentido San Francisco de Tlaxcala representa la esencia de este proceso en el que los intercambios fueron el tono con el que se vincularon tanto la cultura occidental, representada con los españoles, y la cultura mesoamericana, condensada en los tlaxcaltecas”.
Entre los elementos menciona un alfarje mudéjar, que es una techumbre de madera del año 1630; no es la original del conjunto franciscano pero su fecha de creación es muy cercana a la de la edificación del monasterio, y “es de notable influencia del estilo árabe en América, está muy bien conservada y representa este importante momento de la transferencia de saberes que se dio a partir de 1519, nuestro acrisolamiento como cultura mexicana”.
Forjador de identidadAunque la edificación se inició en 1527, desde 1525 el papa Clemente VII dio la orden, en un breve documento, de erigir la catedral en la iglesia de Tlaxcala para recibir al primer obispo. En realidad “todavía no existía iglesia y la orden papal apura los trabajos, y gracias a la cesión de los territorios por parte de los señores de Tlaxcala y un ejército de constructores se inicia la edificación”.
–¿Entonces los territorios eran parte de los señoríos?
–Eran sus territorios. Esa es otra cualidad que distingue a San Francisco porque, como sabes, en México la construcción católica de muchos templos se sobrepone a las limitaciones del adoratorio prehispánico; eso no ocurrió en Tlaxcala, aquí se crea un templo nuevo en un sitio nuevo para una religión nueva para los indígenas. Sí hay material de construcciones prehispánicas en su hechura arquitectónica, pero no está encima de un monumento por la razón de que no hubieran podido conseguir tanta piedra para construir una catedral como la tenemos hoy.
Se le pregunta a la historiadora si el punto donde se erige la catedral fue el mismo donde bautizaron a los cuatro señores o hay alguna relación. Indica que el ritual ocurrió en el señorío de Tizatlán:
“En ese lugar ocurre el primer contacto. El cronista del siglo XVI Diego Muñoz Camargo refiere cómo fue el proceso, les enseñan a persignarse, a reconocer a la virgen Santa María de la Asunción. La catedral no existía.”
Subraya que la donación de los terrenos no tuvo relación con el bautizo, pero sí les dieron un terreno dotado de manantiales pues el agua era imprescindible para cualquier asentamiento poblacional:
“Lo primero que se construyó fue la capilla abierta, con ocho muros, y en cada uno de ellos se pintó una escena de la vida de Jesucristo: la línea genealógica de San José, el milagro de la anunciación, el sacrificio de la cruz… Puesto que los indígenas sólo hablaban náhuatl y los frailes español, se diseñó un programa pedagógico para que los convertidos pudieran entender los temas. Los primeros programas de catequesis empezaron en los espacios abiertos.”
Se le pregunta acerca de reivindicar la historia tlaxcalteca, pues no fueron sometidos por los españoles, se asociaron con ellos para derrotar a los mexicas y posteriormente emprenden la conquista del resto del territorio.
“Tlaxcala se convierte en una provincia novohispana que tiene mucha relación directa con la corona española, no sólo con el virrey, sino con el rey de España. Aprovechando esta relación, hacia 1590 el rey acepta consejo de su gente cuando le proponen ver a los indígenas del norte como bravos, fieros, y además no están asentados en un solo lugar. Le sugieren mandar a los tlaxcaltecas a enseñarles lo que en la época se llamaba ‘vivir en policía’, es decir, vivir bajo reglas.”
Los tlaxcaltecas sabían usar el agua, crear obras hidráulicas, cultivar la tierra y reproducir el mensaje cristiano con los indígenas del norte, vinculado al conjunto franciscano. Incluso, relata, los franciscanos asesoraban a los tlaxcaltecas para que, cuando el rey solicitara se fueran al norte, le pidieran a cambio de qué. Se crean unas capitulaciones en las cuales los migrantes tlaxcaltecas reciben durante dos años alimentos, bastimentos para cultivar la tierra, les exentan impuestos. Y empiezan a fundarse lugares con santos franciscanos y referencias tlaxcaltecas: San Miguel, La Asunción, San Esteban de la Nueva Tlaxcala, San Juan del Nuevo Tepeticpac, San Miguel de Aguayo:
“En San Luis Potosí hay un barrio que se llama Tlaxcalilla, pero poco a poco se fue borrando o se intentó borrar la evidencia de la colonización indígena. En el siglo XIX nos peleamos como mexicanos con nuestras raíces, no queríamos ser indígenas ni tampoco españoles, estábamos buscando nuestra identidad, entonces tratan de borrar todo rastro tlaxcalteca, lo asocian con esa historia de ‘los tlaxcaltecas traidores que fueron capaces de matar a sus hermanos de sangre’. Todo ese discurso construido en función de una nueva identidad, nos hizo mucho daño”.
–Si en el centro se dice que somos mezcla azteca, español, negro, etcétera, ¿en el norte puede decirse que además tienen sangre tlaxcalteca?
–Por supuesto que sí. En el norte hay un apellido, sobre todo de Nuevo León, que domina la escena económica y social, son los Garza. Pues hay un historiador, Jaime Sánchez, que está tratando de comprobar, por medio de genealogías, los orígenes de las familias. Y resulta que Garza no es un apellido español, no hay manera de rastrearlo en la heráldica española. Y en Tlaxcala, como en muchos otros pueblos prehispánicos, la garza era un ave con muchísimo significado cultural, la garza es un emblema que aparece en las genealogías prehispánicas de Tlaxcala.
–¿Toda esta historia hace más valioso al conjunto franciscano?
–¡Claro! Bien haríamos en seguir explorando, interpretando y recuperando nuestras raíces, porque uno no termina de encontrar su identidad y estamos tratando de anular una parte importante de la cultura que nos forma, y yo creo que es un momento importante ahora que México está cumpliendo 500 años de un cataclismo cultural, pero un cataclismo ocurre en otras épocas de la historia universal (…) Afortunadamente Tlaxcala tiene las fuentes para aportar en esta construcción del nuevo imaginario de lo mexicano.
Fuente: Proceso
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