lunes, 29 de agosto de 2016

UN ALMUERZO CON JUAN GABRIEL EN VIÑA DEL MAR


Santiago, 29 Ago (Notimex).- Hace 20 años, el fallecido cantante Juan Gabriel se presentaba en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. También hace 20 años, yo realizaba mis primeras coberturas del certamen musical chileno para Notimex y tenía la posibilidad única de entrevistar al “Divo de Juárez”.

La misión no era fácil. Entrevistar a Juan Gabriel era un desafío de marca mayor no sólo porque llevaba pocos años de ejercicio del periodismo, sino también porque el ídolo mexicano estaba aislado de la prensa y sin planes de ofrecer entrevistas, excepto para un canal de televisión que producía y transmitía el certamen musical.

Por esos días, comparto mi trabajo como corresponsal de Notimex con la de editor periodístico del programa “La Bailona” de la ahora desaparecida Radio Minería, espacio de seis horas que iniciaba a medianoche.

Con motivo del festival, todo el equipo del espacio, integrado por periodistas, locutores y productores, se trasladaba a Viña del Mar para comentar las alternativas del certamen al término de cada jornada “a micrófono abierto”, en una tertulia con artistas, fanáticos, comentaristas de música y auditores que muchas veces finalizaba a las seis de la mañana.

En una de esas noches aparece por el salón del Hotel O'Higgins de Viña del Mar, donde estaba el centro de operaciones del certamen y de la prensa acreditada, el periodista y empresario chileno Manolo Olalquiaga junto al destacado locutor chileno Juan Carlos Gil, con quien yo tenía el honor de compartir micrófono en la Radio Minería.

Olalquiaga, amigo de Juan Gabriel desde la década de los 70, cuando ambos se conocieron en Venezuela, era el gestor de la visita del ídolo mexicano al Festival, por lo que allí tenía la única oportunidad para gestionar la entrevista con el “Divo de Juárez” antes que subiera al escenario de la Quinta Vergara.

Me acerqué a Juan Carlos Gil para que me presentara a Olalquiaga y, de esa forma, intentar concertar la entrevista. Manolo, con bastante cordialidad, me sorprende al decirme que lo llame por teléfono al día siguiente porque conversaría con Juan Gabriel la posibilidad que me concediera la entrevista, “aunque fuera de algunos minutos”.

Al día siguiente, y poco antes de la hora señalada debido a la ansiedad de saber el resultado de la gestión, llamé por teléfono a Manolo al Hotel Miramar, ubicado a orillas del Océano Pacífico y donde se alojaba Juan Gabriel y su comitiva. Al otro lado de la línea, el periodista me responde que la entrevista para Notimex estaba aprobada por el “Divo de Juárez” y que debía estar a la hora de almuerzo en el hotel.

La posibilidad de entrevistar a Juan Gabriel ya era real. Lo que veía muy lejos y casi imposible en días anteriores estaba a la vuelta de unas horas de espera, las que, por cierto, se hicieron eternas.

Llegué con una hora de adelanto al lobby del Hotel Miramar ante la posibilidad que surgiera cualquier imprevisto en el camino y me retrasara en llegar al punto de encuentro, perdiendo la oportunidad. Fue una de las horas más lentas que he tenido en mi vida periodística.

A la hora pactada aparece Manolo Olalquiaga desde un ascensor del hotel y me comenta que Juan Gabriel ya viene bajando, que la entrevista será antes del almuerzo en un restaurante italiano de Viña del Mar y que me debo ir con ellos en un Mercedes Benz negro, de vidrios polarizados, que esperaba en las afueras del Miramar.

Segundos más tarde se abren las puertas de un ascensor y aparece Juan Gabriel junto a su representante, visión que alcanzo a tener sólo por algunos segundos debido a que de inmediato fue rodeado por fanáticas que querían un autógrafo o una fotografía del destacado intérprete y compositor.

Manolo me dice que me suba al asiento delantero del vehículo y que espere la llegada del cantante junto a su representante, lo que se produce unos minutos más tarde en medio de un tumulto. Juan Gabriel queda sentado al medio, entre su representante y Manolo, lo que me permite, con cierta incomodidad, saludarlo y agradecerle la posibilidad de entrevistarlo.

En extremo amable, el “Divo de Juárez” me comenta que su amistad con Olalquiaga fue fundamental para que me concediera la entrevista, razón por la cual le estoy agradecido hasta el día de hoy a este periodista chileno radicado en Miami, donde lamenta este lunes la muerte de su amigo de décadas.

Tras algunos minutos de recorrido por las calurosas calles viñamarinas, llegamos a un restaurante italiano donde Juan Gabriel era esperado con una mesa redonda de cuatro puestos ubicada a la orilla de una ventana, pero en un lugar discreto para evitar ser molestado por el resto de los comensales.

Es en ese momento que me doy cuenta que estoy invitado al almuerzo, ya que hasta allí entendía que la entrevista sería antes de la comida y que, contestadas las preguntas, debía retirarme con la satisfacción del deber periodístico cumplido.

Es el mismo Juan Gabriel quien me invita a la mesa y dice que la entrevista finalizará cuando llegue la comida. El mesero a cargo nos ofrece el tradicional pisco sour chileno, entre otros aperitivos, pero el ídolo mexicano sorprende al solicitar un agua de manzanilla.

“Play-Rec” apretados en la grabadora de cinta magnetofónica, la cual miré varias veces ante la inseguridad que no funcionara, y la entrevista comienza con su paso por Viña del Mar, la satisfacción de estar entre los chilenos, la alegría que le produce cantar en la Quinta Vergara y su futuro profesional tras el certamen.

La entrevista se extendió por casi 20 minutos, sin interrupción, en un ambiente de franqueza que incluyó, por petición expresa de Juan Gabriel, entregar un mensaje a los padres de la juventud chilena para ser emitido en la Radio Minería y donde los exhortaba a preocuparse más por sus hijos, saber con quienes se reúnen y donde están las noches de fiesta de fin de semana.

Luego vendría un largo almuerzo, con temas que quedarán para siempre en la confidencialidad de ese momento. Ya casi al final de la comida, Juan Gabriel me agradece el tiempo dedicado al encuentro, a lo que le respondo que soy yo quien debía agradecer el honor de haberle realizado la única entrevista de su paso por Viña del Mar con un medio de comunicación “no oficial”.

Ya de regreso al automóvil, tomando los mismos puestos que cuando llegamos, enfilamos de regreso al Hotel Miramar, el cual sigue lleno de fanáticos a su entrada pero, comprobamos con estupor, sin los guardias de seguridad para garantizar la integridad de la estrella mexicana a su ingreso.

Por ese motivo, Olalquiaga me pide que actúe como improvisado guardaespaldas y ayude a conducir a Juan Gabriel hasta el ascensor del hotel.

La gente empuja desde todos lados mientras llevamos al cantante hacia el interior del Miramar, en una travesía de un par de minutos que se hicieron eternos debido al caos que se generó por la presencia del artista.

Ya al interior del hotel, y a resguardo de las fanáticas, Juan Gabriel se despide de manera muy amable y me comenta que estaría esperando la publicación de la entrevista, algo que tiempo después comprobaría fue real y no sólo palabras de buena crianza.

Años más tarde, con motivo del Festival de Viña del Mar de 2002, tuve la oportunidad de ver por algunos segundos a Juan Gabriel cuando salía de la casa que arrendó en las afueras de ese balneario para estar alejado de la bulla festivalera.

En aquella oportunidad detuvo su automóvil para saludar a las fanáticas y, al verme en el lugar (luego de varias horas de espera bajo un sol implacable), me dijo “y el corresponsal de Notimex, ¿cómo está?”, a lo cual le respondí que bien y que venía por la segunda entrevista, a lo que me respondió “no es el momento, quizás más adelante, pero estuvo muy buena tu nota ¡eh!... la segunda entrevista tenemos que hacerla en el mismo restaurante italiano!”, concluyó entre risas y mientras subía la ventanilla trasera de su vehículo ya en movimiento.

Sin duda, Juan Gabriel marcó la historia del Festival de Viña del Mar y de seguro tendrá su merecido homenaje en la edición de febrero próximo, cuando muy probablemente suenen nuevamente “Hasta que te conocí”, “Querida” y “El Noa Noa” en la Quinta Vergara, el escenario donde estuvo en cinco oportunidades con presentaciones que dejaron escrito a fuego su nombre en tierras chilenas.

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